I
II
III
IV
Sentados en el bosque pasan rápido las horas.
Mientras nos miramos como personas extrañas.
Hay tensión. Tus ojos son atemporales auroras
que brillan en la noche de tus tenues pestañas.
Estando lejos de nuestros cálidos hogares,
comenzamos a discutir con fría rudeza;
luego yo con frases apáticas y vulgares,
comienzo a denigrar del amor su belleza.
Me callas tranquilamente con tus manos suaves
y con taciturna voz curiosa me preguntas:
«¿cuáles han sido todas las misteriosas claves
de todas tus actuales relaciones difuntas?»
II
Nunca has amado, lo juras; dudo pero te creo:
no solo eres mujer, también inmortal diosa eres;
como ya no soy un desconfiado y amargado ateo,
¡le creo cada vez más a todas las mujeres!
Soy tu último amor y buscas nuevas aventuras,
amarnos a la intemperie, dejando siluetas:
quieres entregarte sin basarte en conjeturas
y descubrir del amor propiedades secretas.
Reflexiono. ¡Soy un donjuán arrepentido!
Te revelo todos mis amores difuntos:
siempre fuiste mi destino, pero he tenido
que peregrinar para concluir asuntos.
III
Finalmente nos encontramos... ¡ven a mis brazos!
perdona la demora, fui un perdido viajero.
Mi mente y mi espíritu están hechos pedazos,
¡pero todo mi ser te pertenece entero!
No te preocupes, jamás tornaré la vista
hacia esos amores muertos. Amor, ten calma,
¡ya que altiva marcharás en plan de conquista
sobre las amorosas cenizas de mi alma!
Como zombis resucitarán tras tu paso
y te verán como la diosa de mi universo;
resignadas, con desprecio te dirán acaso:
verus amori nunquam mori en su verso.
IV
Con las manos sostenidas, juntos nos perdemos
en el oscuro bosque. Después atento escucho
tu voz diciéndome: «¡Por favor ámame mucho
para que juntos toda la eternidad duremos!»
«¡El amor me trajo a ti!» respondo al verte.
Vigilando tus bellos ojos te digo
que siempre en los sueños estuve contigo,
¡porque te amé mucho antes de conocerte!
Mi contaminado amor con tu corazón destilaste:
la misteriosa energía que me despidió en el puerto,
provino del mismo sol que me iluminó en el desierto.
No importa si en el ayer de mi loca mente te aislaste,
hoy la travesía por ti con un beso la concluyo:
¡ya que tú siempre serás mía y yo siempre seré tuyo!
© Elvis Dino Esquivel
Imagen: kevissimo