«Noche, fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista
los montes llanos y los mares secos.»
A la noche - Lope de Vega
Qué preciosa es la tarde:
las nubes pasean en control,
mientras sobre las olas arde
el inmenso calor del inerte sol.
Cubierta en nítidos velos
de superficiales hules,
aunque siendo reina de los cielos,
se muestra llena de celos
entre sus pliegues azules.
Y en sus mejillas rosadas
que más hermosura le dan,
a la par que retratadas
sus ansias enamoradas,
se ven su tristeza y su afán.
¿Por qué, si llena de amor
ella pasó el día entero
esperando su fervor,
el sol paga su amor sincero
con su abandono traidor?
¿Qué amor más rico y suave
puede en el universo encontrar?
Ella enamorarlo sabe
con la misteriosa llave
que tranquiliza las olas del mar.
Ella el perfume le ofrece
de las delicadas flores,
qué cuyo aroma parece,
la declaración de sus amores.
Ella le brinda ternura,
soledad, felicidad y ruego;
mientras esa llama de ventura
que hace arder el virtuoso fuego
de una pasión dulce y pura.
¡Claro… pero el sol negativo
lento se aleja, se va muy lejos,
cargando orgulloso el atractivo
dorado de sus ardientes reflejos!
Al suspiro afectuoso y triste
de la tarde no responde:
ella el desprecio no resiste
y, al ver que el traidor se esconde,
de negra armadura se viste.
Borran en la playa armoniosa
de los recuerdos las huellas:
¡la luz se oculta temerosa
y la rechazada diosa,
llora lágrimas de estrellas!
¡Pero, por ver el encanto
del que amargó su fortuna,
abre, entre su negro manto,
su pupila, donde aparece la luna!
© Elvis Dino Esquivel
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