Prólogo


¡Qué robusto es el mar, qué radiante es el cielo
en el cual se alberga el vespertino fulgor!
En mi escritura eres la perfecta modelo
que me inspira a plasmar júbilo o algún dolor.

Quisiera residir entre el dócil encanto
de tu demente delirio que me seduce
y estar tan juntos los dos, súper juntos, tanto
que ni el vigoroso viento entre los dos cruce.

¡Pero qué fastuosa es tu infinita alegría,
que contagia mis más sigilosas sonrisas!
En mis somnolencias eres una utopía
donde mi apagada y sombría ánima irisas.

Quisiera desaparecer hoy tan de prisa
de un cariñoso infarto de amor en exceso
y ver cómo te entrego con una sonrisa
todo mi ser rendido con tan solo un beso.


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: Benjamin Haley

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