¿Por qué al apreciarte ahora, orbe mío,
solo y perdido en tus campos floridos,
me parecen lamentosos los ruidos
del incógnito espejo de tu río?
¿Por qué gime ahora el cisne hostilmente
cuando clama la confesión de amores?
¿Por qué al verte, astro de vivos colores,
brota de mí una opaca gota ardiente?
La astuta me ha olvidado primero,
y, afligido, en el ocaso le imploro
que no me azote con su olvido fiero.
Mas siempre de ella su recuerdo adoro;
yo, ante todo, con manía la quiero,
por ella amo y en secreto lloro…
© Elvis Dino Esquivel
Imagen: Millrok
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