Un naciente otoño


A Ivette Martínez

I

Eres deidad pagana y elegante
del tiempo en que la naturaleza
desnuda su bosque abundante
y revela su íntima pureza.

Asimismo el carnaval natural
sobre tu sedosa piel de flor,
disgustando ricos frutos de amor,
brota en tu místico madrigal.

La tangibilidad de tu belleza
enamora a los seres espirituales,
que se disfrazan de simples mortales
para acariciar tu naturaleza.

Árboles abundan en tu ribera
y matorrales arropan tus pies:
la superficie que pisas es
una verde alfombra de pradera.
 
II

Risueña gozas de la radiante fiesta
convertida en hada con alas de loro,
y vuelas ágilmente al ritmo sonoro
de la talentosa ambiental orquesta.

¡Un nuevo otoño ha nacido! En la llanura,
natura entró en su más apasionada etapa,
donde intrépida, lentamente se destapa
y muestra al mundo su desnuda figura.

Tu vasto encanto otoñal arrebata
muchos suspiros de tu sol amante;
con quien fulguras como fino diamante
sobre los caudalosos ríos de plata.

Deja a la naturaleza creadora
acariciar tus tenues tallos de seda.
No olvides que el otoño te adora
porque en tu perpetuo espíritu se queda.

Esta velada no tienes quien te cuide;
has nacido libre. Natura te pide
que no provoques catástrofes furtivas,
ya que eres todo lo que cultivas.

III

Así inicia el baile autumnal: Las hadas
despintan y deshojan con alazos
plantas y árboles, evitando pinchazos
de las punzantes ramas deshojadas.

Mientras tanto la celestial multitud
celebra la periódica destrucción;
ya que entienden con exactitud
que destruir es un tipo de creación.

Y tú vuelas bailando en el centro
rodeada de invitados celestiales,
echas las malas vibras que llevas dentro
y las destruyes cual frágiles mortales.

Y bailas con augusto orgullo
al son de la rítmica nota;
sabiendo que el otoño es tuyo,
tu energía jamás se agota.

El entorno que se está transformando
de tu belleza se va inspirando,
¡observa con detalle la hermosura
física de tu divina figura!

Así continúa la otoñal fiesta,
todos los invitados son importantes:
las mitológicas hadas son danzantes
y los seres terrenales la orquesta.

La celebración no cesa
y, merecedora del ferviente
poema de un otoño naciente,
sonríe una hada traviesa.

El otoño tatúa tu gris memoria:
con sus pigmentos, árboles deshojados
y con sus bellos cielos nublados
suturas tu existencia de euforia.

De nuevo vuelas y llamas la atención,
para mantener al público entretenido,
aclaras que la temporal desolación
es señal divina que el otoño ha venido.

IV

El son natural aún se percibe
y con todo el otoño en tus manos:
les recuerdas a los seres humanos
que el árbol aún deshojado vive.

El triste pasado al árbol hiere,
porque en cada hoja que tiene
un mal recuerdo se mantiene,
por eso cada hoja en otoño muere.

Al resto del hemisferio te has ido
y la gran fiesta por fin ha concluido:
los otros entes en un extenso vuelo
vuelven a su universo paralelo.

Con tus pulcras alas de hada,
emprendes tu largo viaje
y quedas muy enamorada
del pigmentado paisaje.

V

Tras la gran fiesta otoñal de fervores,
ágil vuelas y te pierdes en los prados,
cambias algunas hojas de colores
y algunos árboles dejas deshojados.

Lega el otoño un colorido follaje
y hojas que caen lentas a tus pies,
¡te bendice con su sublime paisaje
para que lo lleves donde estés!

Bastante nostalgia despierta
en este espíritu cuerdo:
¡eres tú un vivo recuerdo
de la naturaleza muerta!


© Elvis Dino Esquivel

Imagen: DrawnProphecies

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