Me despido. Ahora me lleva el destino
como hojas inanes que el viento arrebata.
¡Pobre de mí! No tienes idea, ingrata,
lo que padece este pobre corazón.
Mis inocentes ojos no sabían llorar
ni sabían de las noches de tortura;
solitario aún sollozo con amargura
este férvido y vanidoso deseo.
Y no he encontrado consuelo en mi vida,
¿quién podrá consolar mis vanos dolores?
¡Qué me importa del vil mundo los colores
si mi maldita vida es tan gris sin ti!
Viajaré desapercibido a tu casa
a mendingar ese calor de tu fuego,
¡arrodillado, maldita mía, te ruego
qué por lo menos hoy te acuerdes de mí!
Me largo a una patria ignota y distante,
a una vil región donde nadie me espera,
donde será insignificante que muera,
donde ninguna alma por mi velará.
El vulgo y tú seguirán con sus festejos
en sus discotecas, desmadres y amores;
se cerrarán los pétalos de las flores,
que ya de mí ni en la distancia hablarán.
© Elvis Dino Esquivel
Imagen: Lady Amarillis
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