a su amada Alexandra
Te vi llorar, y tus cristalinas lagrimas
rodaron en mi mejilla, ángel mío,
como ruedan de la suave rosa
las gotas del rocío.
Te vi sonreír, y tu mirada hermosa
en mi descolorida faz provocó sonrojos,
ya que es tan pacífico, natural y bello
el brillo que desprenden tus ojos.
Como el otoño en el solitario jardín
seca a su paso todas las flores,
así cambia tu sonrisa en un instante
al compás de tus dolores.
Por eso sonrío cuando alegre sonríes
y por eso lloro cuando afligida lloras:
no te preocupes amada compañera mía
que conmigo contarás a todas horas.
© Elvis Dino Esquivel
Imagen: Drezi
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